Finalizó el 19º Buenos Aires Rojo Sangre,
el festival de cine fantástico más antiguo de Latinoamérica. Dos propuestas
animadas formaron parte de su programación: “Aragne: Sign of Vermillion” de
Saku Sakamoto (Japón) y “Todd and the Book of Pure Evil: The End of the End” de
Richard Duhaney y Craig David Wallace (Canadá), esta última, integrante de la Competencia
Internacional.
Aragne: Sign of Vermillion
En
pocas palabras, “Aragne: Sign of Vermillion” de Saku Sakamoto (Japón, 2018) es
la historia de Rin, una tímida universitaria, que se muda a un departamento de
un edificio semiabandonado, con personajes extraños en los alrededores y que
por la zona acecha un misterioso asesino. Una serie de sucesos inexplicables y
repugnantes, harán que Rin comience a investigar sobre el origen de lo que
sucede allí.
El
film no es para cualquiera. La atención es permanente. Un pequeño desliz y estás
sentenciado. La ópera prima de Saku Sakamoto - que también escribió el guion,
produjo, animó e hizo la música - combina espiritualidad con un mundo de
ensueño. La realización es impecable a partir de climas, secuencias,
musicalización y colores. Durante la hora y cuarto que dura la película, el
espectador se mantiene en pleno suspenso esperando la resolución de la historia
entre los idas y vueltas del flashback que generan más suspenso que giros.
Sin
ánimos de caer en spoilers, los insectos, lo real/fantástico, la incursión de
experimentos clandestinos realizados durante la Segunda Guerra Mundial, una
enfermedad cervical que se remonta a 40 años, una madre misteriosa que empuja
regularmente un cochecito de bebé, un hombre rubio igualmente misterioso con
capucha, un chica de pelo oscuro que puede ser un fantasma y una sociedad
secreta de "personas elegidas" dedicada a repeler maldiciones a
través de la magia meditativa son elementos que generan inquietud, miedo y
repulsión. El combo de Aragne es demasiado y no todos son justificados. Sin
embargo, cumple lo que promete: perturbar al espectador.
Todd & the book of pure evil
Hace
ocho años se estrenó la primera temporada de “Todd and the Book of Pure Evil”
por la señal Space, en la televisión canadiense. Dos años después se emitió la
segunda. A seis años del cierre de temporada llega una película animada con un
subtítulo particular: el final del final. “Todd and the Book of Pure Evil: The
End of the End” de Richard Duhaney y Craig David Wallace (Canadá, 2017) se
sitúa nuevamente en Crowley Heights. Allí Todd, Jenny y Curtis todavía lloran
la pérdida de su amiga Hannah. Pero Hanna en verdad, está viva. Los tres deben
juntarse para luchar contra el mal cuando el Libro del Mal en Estado Puro
reaparece en el pueblo.
Amistad,
amor, impotencia sexual, sexualidad, drogas, son los tópicos claves. Todd ya no
es el Pure Evil y tiene dificultades para tener relaciones sexuales con Jenny.
Curtis está enojado con él por haber matado a Jenny. Tras el regreso de The
book of pure evil, el grupo debe de salvar al mundo una vez más. Atticus Murphy
Jr vuelve a escena, pero esta vez del lado de los buenos tras haber estado
encerrado en el libro y aprender que el mal es parte del pasado. Y Jenny no es
Jenny.
El
salto de personajes de carne y hueso a dibujos animados fue una decisión
jugada. El resultado fue logrado. El final de la saga ahora parece ser parte
del bloque Adult Swin mientras que sus antecesores eran límite entre lo bizarro
y un humor absurdo poco logrado debido a las actuaciones. La animación permita
que el universo del Pure Evil tenga más vuelo. Así mismo ocurre con las
canciones del film de Craig David Wallace. Por momentos, limita con una ópera rock
con los cuatro protagonistas cantando sus vivencias del heavy metal más épica
compuesto para una ficción.
Jonatan Dalinger
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